Il barbiere di Siviglia
(El barbero de Sevilla)
Ópera cómica en dos actos con música de Gioachino Rossini y libreto de Cesare Sterbini, basado en Le Barbier de Séville ou la Précaution inutile de Pierre-Augustin Caron de Beaumarchais. Estrenada el 20 de febrero de 1816 en el Teatro Argentina de Roma.
GRAN TEATRO NACIONAL
3 y 7 de mayo de 2019 – 20:00 hrs.
5 de mayo de 2019 – 17:00 hrs.
Cantada en italiano con sobretítulos simultáneos en castellano.
Figaro: Gurgen Baveyan
Rosina: Chiara Amarù
Conte d’Almaviva: Pietro Adaìni
Don Bartolo: Pablo Ruiz
Don Basilio: Marko Mimica
Berta: Dorian Lefebre
Fiorello: Paolo Campos
Ufficiale: Alfonso Orbegoso
Director de orquesta: Iván López Reynoso
Dirección de escena: Lev Pugliese
Escenografía y vestuario: Lev Pugliese
Coro Nacional del Perú
Director del coro: Javier Súnico
Maestro correpetidor: Xabier Aizpurúa
Orquesta Academia Sinfonía por el Perú
Director de la orquesta: Hugo Carrio
Por Pablo Macalupú-Cumpén*
Il barbiere di Siviglia (El barbero de Sevilla) es una de la óperas más queridas por el público de todo el mundo. No hay persona que no haya escuchado algunos de sus pasajes más famosos. Desde las traviesas cuerdas de la obertura hasta la divertida entrada de Figaro, el barbero más popular de la historia. Pero esta obra nos da también un mensaje profundo, en medio de la risa. Siguiendo los valores revolucionarios de Beaumarchais, en Rossini y Sterbini encontramos también una crítica al poder, la lucha de intereses y las clases sociales. Todo en medio de la carcajada, del bel canto y el virtuosismo musical. En definitiva, estamos ante las dos horas más deliciosas para el oído y la vista. Más allá de ello, la historia de los últimos cincuenta años sobre esta ópera está llena de momentos interesantes que merece la pena revisar para entender cómo ha llegado a la actualidad la interpretación rossiniana.
Una ópera “redescubierta”
Poco tiempo después de su fallido estreno, en 1816, Il barbiere di Siviglia ingresó en el repertorio estándar de la ópera hasta ser reconocida por la audiencia como la comedia por excelencia de la música. Sin embargo, con el pasar del tiempo, los apuntes en las partituras, los recortes de escenas y las “tradiciones” incluyeron muchos detalles que Gioachino Rossini no había escrito.
Quien notó esto entre 1959 e inicios de la década del sesenta fue Alberto Zedda (1928-2017). Luego de pasar un episodio insólito con un oboísta de la New York Philharmonic, en Ohio, respecto de la velocidad que tenía que seguir al final del primer acto, el director milanés sintió la curiosidad de consultar los manuscritos de Il barbiere. Entonces, descubrió que la parte que usualmente se atribuía al oboe, en realidad debía ser tocada por flautines. La sorpresa fue aun mayor cuando encontró otros cambios que se daban de acuerdo a la coyuntura por no contar con solistas adecuados para este repertorio “y a veces para adaptar la partitura al gusto verista y pesante de esa época”, explica Ernesto Palacio, superintendente del Rossini Opera Festival y director artístico del Festival Granda.
En sus Divagaciones rossinianas, Zedda relata en detalle ese momento y la preocupación que generó entre los editores de la prestigiosa casa Ricordi, quien por años circularon la única versión con dichos cambios.
“Mire, maestro, estamos hablando de Il barbiere di Siviglia, la obra que todo los concertadores del mundo, grandes y menos grandes, han dirigido sin manifestar jamás la menor reserva sobre nuestra edición, la única en circulación. Y ahora llega un rampante giovanotto, dicho sea con todo el respeto, a decirnos que la partitura de Ricordi es un concentrado de errores y licencias arbitrarias”, le dijo Guido Valcarenghi a Zedda, quien le respondió: “Ingeniero, por desgracia es así”.
Con esta revisión, Ricordi aceptó la edición crítica de Zedda sobre Il barbiere di Siviglia que, finalmente, fue publicada en 1969. Hacia finales de ese mismo año, el Teatro alla Scala de Milán programó en su temporada 381 una función histórica, por lo que significó, dirigida por Claudio Abbado, y producción del Festival de Salzburgo y Jean Pierre Ponnelle. En esta, así como en el evento austriaco y en Treviso -ambas un año antes-, se presentó el intenso trabajo musicológico que había dejado Zedda.
Aquella producción estuvo protagonizada por el tenor peruano Luis Alva, el bajo barítono Fernando Corena, la mezzosoprano Teresa Berganza, el barítono Hermann Prey, y el bajo Paolo Montarsolo. Esta edición quedó registrada en un álbum de antología lanzado por Deutsche Grammophon con el mismo reparto, salvo el ingreso de Enzo Dara, en lugar de Fernando Corena, para el rol de Bartolo. Se lanzó en 1972.
Edición crítica y versión integral
“Debemos entender que no es que las melodías (en Il barbiere) cambien. Básicamente esta fue una restauración más que nada instrumental. Los cantantes, siempre cantaron las mismas piezas, aunque veces se cambió el aria de Don Bartolo, A un dottor della mia sorte, con otra llamada Manca un foglio (escrita por Pietro Romani), que resultaba más fácil. Lógicamente, toda esta revisión buscaba respetar las indicaciones del autor”, aclara Ernesto Palacio.
El superintendente del Rossini Opera Festival también explica que una vez preparada la edición crítica, viene la labor del director, que puede hacer lo recortes que considere. Por ello tampoco hay que confundirla con la “versión integral”.
Durante muchos años, la escena que más desaparecía al momento de montar Il barbiere di Siviglia era Cessa di più resistere, para ser cantada por el tenor que encarne al conde de Almaviva. El peruano Ernesto Palacio, también director artístico del Festival Granda, fue el primero en el siglo XX en cantar esta aria en Italia. Esto ocurrió en Trieste y estuvo dirigido por Alberto Zedda. En esta edición, el Festival Granda presentará Il barbiere di Siviglia interpretada por artistas en pleno auge que darán la versión más actual de cómo se debe cantar Rossini.
* Pablo Macalupú-Cumpén (1990) es periodista de cultura y asuntos internacionales. Ha informado y realizado entrevistas sobre dichos temas para televisión, prensa y medios digitales desde Lima, Buenos Aires y Nueva York. En abril de 2007, fundó el portal camelloparlante.com, dedicado a la música y cultura. En el ámbito académico ha analizado la cobertura periodística local de la música clásica. Realiza una maestría en musicología en la Pontificia Universidad Católica del Perú.
ARGUMENTO
Lugar: Sevilla (España)
ACTO I
Los músicos del conde de Almaviva entretienen a distancia a Rosina. Figaro, el barbero, está cerca cantando elogios a sí mismo (Largo al factotum) y explica al conde que ella está en casa bajo la tutela de Bartolo. Rosina echa una carta desde el balcón y pregunta el nombre y las intenciones de su pretendiente, jurando escapar de su guardián, que quiere casarse con ella por dinero. El conde, temeroso, da el nombre de “Lindoro”. Figaro sugiere que entrará en casa de Bartolo disfrazado de soldado borracho. Rosina escribe a “Lindoro”. Pero Basilio, el profesor de música de la joven, advierte a Bartolo que el pretendiente secreto es el conde de Almaviva.
Figaro le dice a Rosina que su primo Lindoro está tremendamente enamorado de ella y que espera una carta. Ella ya tiene el mensaje escrito. El conde, haciéndose pasar por soldado borracho, dice estar alojado en la casa de Bartolo. El tutor protesta y el “militar” le confiesa a Rosina su identidad. Llega un oficial que llamó Bartolo para arrestar al “soldado”, que se identifica como el conde. La confusión entra en escena y el acto termina en el absurdo de no entender qué está ocurriendo exactamente.
ACTO II
El conde vuelve a aparecer, pero esta vez disfrazado de “Don Alonso”, sustituyendo al enfermo Basilio. Bendice hasta la desesperación a Bartolo. Después revela que, al visitar al conde, encontró una carta de Rosina. Bartolo toma la carta y llama a Rosina para darle una lección de canto. Ella reconoce a “Lindoro”, y cuando Bartolo duerme, planean la fuga. Basilio llega gozando de buena salud, pero “Alonso” lo soborna para que se vaya.
Figaro empieza a afeitar a Bartolo. Lindoro se disculpa por usar la carta de Rosina, pero Bartolo lo oye y lo echa. Bartolo llama a Basilio y este sospecha que “Alonso” es el conde. Para evitar arruinar sus planes, Bartolo decide casarse con Rosina inmediatamente. Intenta convencerla que “Alonso” y Figaro quieren raptarla para llevarla al conde de Almaviva. Al sentirse traicionada por “Lindoro”, acepta casarse con Bartolo. “Lindoro” y Figaro trepan por el balcón y Rosina los acusa de traición y dice que ama a “Lindoro”. Sin embargo, todo se olvida apenas este le revela que, en realidad, es el conde de Almaviva.
Cuando llega el notario, cree que la sobrina de Figaro se casará con el Conde. Al mismo tiempo, Bartolo vuelve y descubre que el conde y Rosina se han casado. Mayor es su sorpresa cuando nota que Basilio fue el testigo de la boda. Después de todo, Bartolo tiene que aceptar su destino y lo acompaña en la celebración de amor.