Carlo Enrico Pasta
Atahualpa
Orquestación de Matteo Angeloni
Versión en forma de concierto
Atahualpa: Aris Argiris
Cora: Arianna Ballotta
Hernando de Soto: Ivan Magrì
Francisco Pizarro: Vassily Ladyuk
Vicente de Valverde: Carlo Cigni
Fernando Pizarro: Xavier Fernández
Un explorador: Juan Pablo Marcos
Una esclava: Rosa Parodi
Director de orquesta: Manuel López-Gómez
Director del Coro: Javier Súnico
Coro Nacional del Perú
Orquesta Sinfónica Nacional del Perú
Gran Teatro Nacional
23 y 25 de marzo, 2013
Atahualpa en la ópera
Por Augusto Ferrero
En 1854 se edita el drama Atahualpa o la conquista del Perú, de Carlos Augusto Salaverry, hijo natural del caudillo Felipe Santiago. En esta obra los personajes son el mismo Inca, Pizarro, Hernando de Soto y el padre Valverde. Al año siguiente llega a Lima el compositor y profesor de música milanés Carlos Enrique Pasta, quien debió quedar muy impresionado por la obra de Salaverry, que se estrenó en 1858. Basadre informa que Pasta compuso en Lima la ópera La fronda, puesta en escena en 1871. Cuatro años antes, la Sociedad Filarmónica había estrenado su zarzuela Rafael Sanzio, cuya música, en opinión de Carlos Raygada, no era muy innovadora que digamos. Después se escenificó otra zarzuela suya titulada ¡Pobre indio!
Pasta regresó a Italia y tomó contacto con Antonio Ghislanzoni, el libretista que acababa de escribir Aida para Giuseppe Verdi, con ocasión de la inauguración del Canal de Suez, en 1871. Ghislanzoni había sido seminarista, estudiante de medicina y después músico. Cantó como barítono en una representación de Ernani y revisó con Verdi el libreto de Piave de La forza del destino. Con el argumento de Aida alcanzó la cúspide de su carrera literaria. Más tarde haría libretos para óperas de Ponchielli y Catalani. El destino quiso que su nombre estuviera ligado al Perú, al escribir el argumento para la nueva ópera de Pasta, Atahualpa. Estuvo dedicada al millonaria Dionisio Derteano, aquel gran patriota que se negó a pagar años más tarde el cupo requerido por los chilenos, lo que originó que el tristemente recordado Patricio Lynch ordenara que le quemaran su hacienda; execrable acción chilena que Markham calificó de infame. Basadre, como demostración de haber tenido acceso al libreto, consigna que este fue impreso en el año de su estreno en el Perú y que contiene estos versos: “Al hermano vengaremos / Como libres viviremos / O en la lucha moriremos / Maldiciendo al opresor”, y que el propio texto señala que la música de ellos es tomada del Himno Nacional peruano. Pasta volvió a Italia y regresó por última vez en 1887, oportunidad en la que renovó sus aplaudidas representaciones, según informa Tauro del Pino.
Existe también un drama en tres actos titulado La mort d’Atahualpa, escrito en 1871 por Nicanor della Rocca de Vergalo, escritor peruano que radicó por un tiempo en Francia y que había participado en el combate de 2 de mayo de 1866.
Contemporáneo de Verdi, Pasta estudió en los conservatorios de Milán y París. Dirigió las bandas militares del rey de Cerdeña. Entre sus obras se encuentran el Gran himno guerrero, escrito en 1860 en homenaje a Giuseppe Garibaldi, la Gran marcha fúnebre, en 1867, en honor a Ramón Castilla y una Misa solemne, de 1869, que fue estrenada en la Iglesia de Monserrate. Murió a los ochenta años, luego del regreso definitivo a su patria.
Impresiona el mundo musical que se vivía entonces en el Perú. Nuestro bisabuelo Claudio Rebagliati, quien restauró el Himno Nacional, compuso una Misa solemne en memoria del arzobispo de Lima monseñor Tovar y un Requiem, en homenaje a Francisco Bolognesi. El Conservatorio Nacional de Música debería hacer un esfuerzo para difundir estas obras que están intimamente vinculadas con la historia del Perú.
El libreto de Atahualpa no fue impreso por Ricordi o Sonzogno, las dos casas editoras principales de MIlán, sino por la tipografía A. Gatinoni de dicha ciudad, en 1875. Hay otra edición de la misma casa, de 1877, con ocasión de la primera representación en Milán en el Teatro dal Verme.
Existe un spartito de cuatrocientos sesenta y tres páginas, que contiene una reducción para canto y pianoforte del drama lírico de cuatro actos de Antonio Ghislanzoni con música de Carlos Enrique Pasta, titulado Atahualpa, cuya carátula ofrecemos aquí. En él consta el libreto en italiano del mismo autor de Aida, la mención de que la obra fue presentada por primera vez en el teatro Paganini de Génova, en 1875, así como la dedicatoria impresa “al muy respetable caballero señor Dionisio Derteano”. También hay un libreto en español publicado en 1877 en Lima por la Imprenta de “La Patria”, por Manuel A. Lira, con ocasión del estreno de la obra en nuestro país; el cual fue comentado en El Comercio por Guillermo Ugarte Chamorro, en conmemoración del centenario del hecho. En su artículo, nuestro distinguido escritor da cuenta de la enorme expectativa que causó la escenificación de esta ópera en el público limeño, que colmó el teatro en su primera presentación. Narra cómo Pasta fue llamado varias veces a escena, recibiendo una corona de laurel y la extraordinaria suma, entonces, de dos mil soles como obsequio del destinatario de la dedicatoria. Relata de qué manera fue presentada siete veces más, siempre con la asistencia de un público entusiasta, y cómo el autor de nuestro Himno Nacional, José Bernardo Alzedo, opinó que Atahualpa era una “ópera que merecía los aplausos del público más inteligente”. El diccionario de la música Grove registra que poco tiempo después, cuando Pasta se despidió definitivamente de Lima, los periódicos anunciaron que la utilidad total de las representaciones, incluyendo la partitura local publicada por el compositor, excedía los cinco mil soles.
El final de la obra está librado al coro que entona nuestra canción nacional, recitando en italiano los cuatro versos, que hemos transcrito en español. El argumento se desarrolla en Huamachuco, donde está el campamento del Inca, y después en Cajamarca. Atahualpa y Pizarro son barítonos, y los protagonistas principales, los enamorados Hernando de Soto y Cora, sobrina de Atahualpa y gran sacerdotisa del Sol, tenor y soprano, respectivamente. El padre Valverde tiene un papel destacado. Su voz es la de bajo, al igual que la de Fernando, hermano de Pizarro.